¡Yo soy la medida de las cosas!

En el post anterior, reflexionaba en el porque las palabras comenzaban a devaluarse, porque ese oculto afán de algunas personas por destruir el lenguaje. Una muestra de cómo no solo el lenguaje va perdiendo valor sino también [lamentablemente] el hombre, es una frase que esta camino a convertirse [sino ya] en el coro de alguna canción melosa y sin sentido: ¡Yo tengo derecho a esto, a aquello. ¿Qué puede dañar a la sociedad, pues atenta contra la libertad ó la integridad de algunas personas? Pues ¡que pena!, mas si no lo permites, o no reconoces mi “derecho” me estas discriminando! Esta frasecita; debo de ser sincero; me recuerda mucho aquellos niños majaderos, obsesionados con determinados objetos [quién no ha escuchado ó no ha dicho en su infancia: es que ¡yo quiero!] que para obtenerlos no dudan ni un pequeño instante en manipular al Padre o Madre, Abuelo(a), Tío(a), en fin al adulto de turno. Y claro si no le proveen del capricho como por arte de magia aquel ser amado, puede llegar a convertirse en malo o insensible, demostrando de esa manera lo poco y mal que lo quieren. Es así que quienes, voz en cuello cantan ese estribillo solo dan muestra de cuanto han madurado a lo largo del tiempo, al punto que la sociedad en donde ellos hoy habitan a pasado a reemplazar aquellos familiares, que “magnifica labor realizaron educándolos”, pero claro tampoco se pueden pedir peras al olmo. Es por ello que el fruto que hoy nos ha tocado degustar se llama “¡Yo soy la medida de las cosas!”. El culto al yo, hoy en día ha elevado nuestro egoísmo a niveles asombrosos. Hoy quienes gobiernan y legislan nuestros estados son los padres del “Yo”. Son esos “padres” que con leyes en nombre de la tolerancia, malcrían al hombre, haciéndolo incapaz de proyectarse a futuro [motivándolos a vivir el hoy] y por ende incapaces de asumir la consecuencia de sus actos. Son esos “amorosos padres” desprovistos cada día de su ser humano, quienes nos muestran que el “yo” con mas poder es capaz, de alimentarse de sus pequeños crios. Y es que el egoísmo crece por encima nuestro, abajándonos casi a un nivel animal [será por ello que algunos legisladores piensan y proponen luchar por “los derechos humanos de los animales”; eso solo como muestra de cuan bajo podemos caer]. El culto al yo; se plasma en el hedonismo, en el sincretismo religioso -cuando no en el ateísmo-, en el relativismo, en el nihilismo. Esas son sus columnas y son estas quienes hieren al hombre en lo mas profundo de su ser, llevándolo atentar contra el mismo y contra sus semejantes, inclusive en contra de los mas indefensos [aborto], ¿No es esto acaso el acto mas cobarde y menos humano que pueda desencadenar el culto al Yo?. Muy probable es que su gran Profeta Nietzsche haya carecido de esa proyección a futuro al momento de anunciar la llegada del “Súper-Hombre”. Era el mismo Nietzsche quien nos manifestaba su temor en su libro el Crepúsculos de los ídolos: “Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática”. Vemos pues que los ataques a la estructura de la palabra no es casual, Tienen un blanco definido: Dios Hecho hombre y es que sólo Cristo es capaz de mostrar al hombre quien es el hombre y para que fue creado.
Bilbo Meditando

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