Mis deseos, la voluntad, la Gracia.

Algunas caracteristicas, que como personas tenemos es que nos encontramos llenos de deseos, ansias, sueños...

Sin embargo, no todo lo deseado conviene, es así que, muchas veces los deseos que más daño causan son los más accesibles o los que menos ejercitan nuestra voluntad.

En ocasiones, nuestros deseos entran en sintonía con los bienes espirituales, pero nuestra voluntad no siempre acude a su llamado, o al menos no con la presteza que requerimos. En consecuencia, nuestra desidia y nuestra falta de hábito, se convierten en obstáculos que minan nuestro desarrollo.


Ahora bien, ¿cómo podemos fortalecer nuestra voluntad?¿cómo evitar la volatilidad de nuestros deseos? ¿cómo lograr que nuestros deseo entren en consonancia con el bien que viene de lo Alto? Pues bien, la respuesta a todas estas preguntas la encontramos, principalmente, participando de la Eucaristia, de esta manera inmersos en el misterio podremos llevar una vida plena de oración. Esta sencilla respuesta ha sido demostrada por los numerosos Santos con los que cuenta la santa Iglesia; por lo que no es una simple y linda frase, sino que es realidad pura.

Es en el encuentro y comunión con Dios donde podremos encontrar el asidero para que nuestros deseos puedan hechar raices, asentarse sobre terreno propicio. Solo así, se lograra profundizar en ellos, entender las implicancias, el grado de urgencia y prioridad de la misma. Sin esto, nuestros deseos pueden inhibirse, pueden quedarse en un mero sentimentalismo arrojándola al egoismo.


Con Dios, nuestra voluntad, puede asumir el compromiso de nuestros rectos deseos; podría decirse que nuestros anhelos comienzan a madurar. Ahora, por si misma -la Voluntad- no es suficiente, es necesaria la interacción con la Gracia santificante, que es el Amor de Dios que nos acompaña e impulsa a alcanzar la felicidad, supliendo nuestras fuerzas cuando humanamente sintamos desfallecer.

Para nosotros, los creyentes, no existe otra ruta, pues nuestro objetivo no es el de tener buenos habitos, sino el de la santidad, que no es otra cosa que el estar en comunión con Dios. Solo así, nuestros actos tendran una verdadera trascendencia.

Nos enfrentamos, pues, a un hecho importante, nuestros deseos y nuestra voluntad por si solos no bastan; pueden quizás aproximarnos, pero nunca lo suficiente, a la meta deseada. La Gracia, no solo da las fuerzas necesarias para lograr nuestros objetivos, también enriquese el sentido de la misma, pues nos da la luz necesaria para contemplar el bienestar que nos ofrecera y que ofreceremos a los demás.

¿Se puede hacer algo sin la Gracia? pues si, normalmente se le llama pecado, que no es otra cosa que la ausencia de Dios de nuestras vidas. es el rechazo, por parte del hombre, del amor de Dios.

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